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sábado, 20 de noviembre de 2010

TACTO

James Delgado
Yubisa Amanda Molina Nieto
Lizbeth Montaña
Fabian Valenzuela

Capítulo 8
EL TACTO Y LA ENSEÑANZA
Max Van Manen


LA IMPORTANCIA DEL TACTO EN LA ENSEÑANZA

El texto inicia con una respuesta a la pregunta por cómo se preparan los maestros: “cultivando o desarrollando un cierto grado de solicitud y de tacto pedagógicos en su convivencia con niños”. Esto es así porque la situación en la que el profesor actúa es siempre variable y él ha de esforzarse por convertir lo imprevisto en posibilidad pedagógica ya que el tacto logra dar un significado a lo accidental. En este sentido, la planificación no debe ser entendida como algo rígido, sino como un intento de anticipación que permita la improvisación por parte del profesor sobre unas bases previamente pensadas. Un buen profesor es el que planea tan bien la clase que se permite variar sin perder el hilo. Manen usa la historia de un muchacho que llama a su profesora (tiempo después) para pedirle consejo sobre si él tendría talento para entrar en la universidad, ya que la profesora al publicarle en esa época un poema en el periódico escolar le dio el entusiasmo para desearlo. Así explica Manen que el verdadero aprendizaje se da cuando tiene que ver con la persona en que el estudiante se está convirtiendo. En este punto se hacer referencia al “carácter” como algo distinto a la “personalidad”, el primero referido a la marca de autenticidad del individuo, y la segunda como rostro social. Manen cita a Bollnow quien afirma que la verdadera educación es la del carácter. Recalca que si no se quiere reducir la educación a una “empresa”, esta no puede declinar su interés por la persona.

Más adelante Manen afirma que aunque la teoría pedagógica es ante todo “práctica” no se puede olvidar que la práctica también esconde falencias, así pues esta debe ser una reflexión sobre la práctica que rápidamente se convierte en práctica otra vez.

Prosigue Manen diciendo que un buen profesor debe ser inteligente y entender las dificultades, en otras palabras, hacer ver fácil lo difícil. Una cosa son las estructuras psicológicas y otras las lógicas de las asignaturas, asunto que se tiende a confundir con facilidad. Sólo cuando el profesor logra estar al lado del niño como si el mismo fuera un niño, prosigue Manen, puede saber hacia dónde dirigir su proceso de enseñanza. La dificultad es buena cuando el niño puede asumirla sin un exceso de ansiedad, en otras palabras, el profesor debe tratar de sensibilizarse a los sentimientos del niño ante el conocimiento pues mientras para unos ciertas dificultades implican desafíos positivos, para otros, por el contrario, conllevan la parálisis de su potencial.

Comenta también Manen que el interés no es un requisito ni algo que pueda producirse sino que es más bien una forma de estar en el mundo. El interés no puede entonces exigirse sino que se debe estar atento al interés del niño para usarlo en el proceso de enseñanza.

Nos cuenta Manen que lo que los niños que están acabando primaria más aprecian de un profesor es el sentido de mando, la claridad y la justicia. Afirma Manen que los problemas de indisciplina se derivan de deficiencias en este sentido. La real disciplina surge de la total coherencia del maestro con lo que enseña y con la vida de sus estudiantes.

El humor es otra faceta del tacto importante para abrir las situaciones que se cierran. Se trata de aligerar las cosas cuando se ponen pesadas posibilitando así atravesar situaciones demasiado densas, es decir, no se trata de un humor burlón y nihilista, sino de un humor positivo.

Finalmente Manen alude a la relación entre “solicitud” y “tacto”, el primero para señalar el pensamiento realmente interesado en alguien, y el segundo para designar la encarnación de dicha reflexión. La noción “tacto” alude pues a una integración de la mente y el cuerpo.

EXPERIENCIA PERSONAL EN TORNO AL TACTO
Estaba en la puerta en un intercambio de clase y de repento llegó una joven corriendo que escapaba de dos compañeros a los cuales les había tirado agua. Como castigo ellos querían arrastrarla por el piso (que es un modo de juego a veces entre ellos) y ella para cubrirse se abrazo fuertemente a mi. Cerca estaba el coordinador que es receloso de estos comportamientos (por lo menos teóricamente). Ella me decía -profe, no me deje morir- (una expresión de ellos en cuanto a pedir ayuda). Los dos chicos intentaban safarla de mí y ella se agarraba con más fuerza. Los niños de mi clase ya habían entrado al salón para la clase. Era tanto el forcejeo que estaban a punto de arrojarme al piso. Tuve que ponerme serio y decirle a ella que me soltara, y como no quería me la debí quitar de encima con fuerza. Ella se soltó por fin y loe chicos la esperaban en el patio. El coordinador los vio (sin enterarse del asunto) y los mandó para clase. La chica se fue lentamente a su clase y yo entré a la mía. Eso fue todo.

1 comentario:

  1. Gracias por tu relato, ahora se le podría añadir una reflexión personal en la perspectiva de la pregunta por el tacto pedagógico; ¿hubo tacto, de qué manera?

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